jueves, 3 de julio de 2008

El transporte público no ayuda a formar parejas

Todos nos hemos enamorado en el transcurso del tiempo entre estaciones de subte, paradas de colectivo o semáforos que dejan de ser un color para ser otro. Si, historias de amor de algunos pocos minutos quizás, pero que bien valen la pena cada uno de ellos.

Es nuestro enamoramiento diario, quizás parte de una distracción para pasar más rápido el viaje. O quizás no, porque es imposible no subir al subte, colectivo o caminar por la calle y no encontrar a una persona que nos guste. Una persona que no podamos evitar mirar y que hagamos lo imposible para que no se de cuenta.

Lo peor es cuando nos descubren. O lo mejor, porque significa que esa persona también nos mira. Y ahí empieza la historia: miraba va, mirada viene, mirada va, mirada viene. Miradas. Ese es el único dialogo que permite el transporte publico (y no es poco).

Pero otra vez la cultura y la sociedad nos ponen trabas. Ahora no solo nos dicen de quien nos tenemos que enamorar, sino que también nos dicen donde. ¿Hay lugares que son “aptos” para la seducción, o “levante”, y lugares que no lo son? Si a una chica se le acerca un extraño en la calle y le pregunta el nombre, es prácticamente un violador. Pero si el mismo extraño se lo pregunta en un boliche, ella le contesta. Interesante.

Por lo general es muy difícil acercarse y generar una charla en un transporte público o en la calle, sin que ella te rocíe los ojos con gas pimienta o se corra pensando que le vas a robar la cartera. Es una posibilidad de gran porcentaje. Y también entiendo que el 60 a las 17hs. o el subte en la estación Pichincha de la línea E, no son los lugares más aptos para el romanticismo. ¿Pero sí lo es un boliche?

¿Cuántas parejas no se formar por el hecho de encontrarse en un transporte público y no en una fiesta?

¿Cuántas veces quisimos hacer algún movimiento, pero la vergüenza pública nos robo la oportunidad de conocer a alguien?

2 comentarios:

  1. hoy justo contaba la anécdota de una vez que le dejé mi mail en un boleto a una chica que estaba en el colectivo y me resultaba sumamente atractiva.
    Y ahora me acuerdo de otra que me encantaba que viajaba conmigo todos los días a las 8 y media de la mañana en el 133 y pensaba "esta vez le digo algo". Nunca me animé.

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  2. me he preguntado muchas veces cosas similares...es una molestia esto de que haya contextos para una cosa y contextos para otra
    pero nosotros hacemos los contextos...digo, hay que animarse, hay que probar...hay que salir del moldecito...patear esa piedrita de sociedad y cultura que tenemos en el zapato
    sabés que a veces tengo la sensación de que es más que una cuestión de atracción, de levante...me parece que el otro que nos mira intensamente nos envía señales desde el otro lado de la matrix...
    a mí particularmente me produce admiración la gente que se anima a tomar contacto en contextos no pensados para eso...y yo misma me he animado algunas veces, con resultados diversos. Igual, no es el resultado lo que interesa, es el hacer.

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